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domingo, 27 de marzo de 2016

HASTA QUE LA MUERTE NOS UNA

"ROMEO Y JULIETA"
De Ford Madox-Brown



Hay veces que la realidad supera la ficción. Me ocurre que  me llegan historias reales curiosas, historias que me remiten a otras leídas en algún libro. Hace unos días me comentaba una conocida la "romántica" propuesta de matrimonio que ella tuvo por parte del que ahora es su marido. Al llegar a casa, no sé por qué me puse a ojear el libro de micro-relatos de Fernando Iwasaki titulado "Ajuar Funerario". Son una serie de historias que a pesar de su brevedad, se te quedan pegadas a la piel como esas calcomanías que venían en los envoltorios de los chicles de fresa que solía comprarme con la propina de los domingos. Esas figuras que eran fáciles de pegar sobre la piel. Con un poco de agua bastaba para que el dibujo en cuestión se quedara tatuado para un largo tiempo. El problema venía cuando la figura iba perdiendo colorido y forma, e intentabas borrarla con agua y jabón, era casi misión imposible. Yo al menos tuve que frotar, hasta casi despellejarme la piel con uno de aquellos estropajos de estopa. Pero no nos desviemos del tema. Lo que me ha hecho volver al libro del señor Iwasaki es la surrealista historia que aquella mujer me contó. Vean ustedes si no parece sacada del ingenio y humor negro de cualquier escritor:
A mí, el que ahora es mi marido, me propuso matrimonio en el tanatorio -me disparó en mitad de una amena conversación la mujer que en esos momentos hablaba conmigo-. ¡Qué romántico!
Al ver la cara de sorpresa que se me debió quedar, ella continuó.
-Resulta que se había muerto un familiar de mi pareja. Cuando solicité permiso para asistir al funeral, me dijeron que como no estábamos casados, yo no tenía derecho. No nos hacía falta ningún papel que dijera que estábamos casados, llevábamos juntos desde hacía treinta años. Pero eso, por lo visto, no tenía ningún valor oficial. Al final propuse que se me descontara el tiempo de las vacaciones, y así pude asistir. 
Estuvimos comentando mi marido y yo lo absurdo de la situación. Fue en el tanatorio, con el difunto en cuerpo presente, cuando mi pareja se me acercó y me dijo:
-¿Qué, nos casamos?
Nos miramos, nos sonreímos, y hasta ahora. 
La mujer se despidió muy resuelta, y yo me quedé ahí con la sonrisa helada, preguntándome si lo que acababa de oír era verdad o lo había leído.  Y sobre todo, por qué me lo había contado a mí en ese preciso momento, en el que no había ningún punto de unión con el tema. 


"No hay mejor coartada para el luto que un cadáver, y en lugar de las ascuas purificadoras sólo tuve flores que al podrirse atrajeron a las primeras moscas y gusanos. Sobre mi lápida ella representó el doloroso ritual de la etiqueta fúnebre y años más tarde dejó de venir, cuando decidió rehacer su vida. No hay mejor afrodisíaco que un cadáver."
(Extracto de "Réquiem por el Ave Madrugadora", de el libro de relatos de Fernando Iwasaki:"Ajuar Funerario".)


2 comentarios:

  1. No sé, como no sea lo de "el muerto al hoyo y el vivo al bollo"...no veo yo su lado romántico a los tanatorios. O lo de "carpe diem" aprovecha el día. Hay gente para todo, desde luego. Afrodisiaco un cadáver, cielos.

    Reflexiones tristes.

    Un abrazo, amiga de caminos.

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    Respuestas
    1. Puro humor negro. La realidad está llena de situaciones en las que parece obligarte a tomar decisiones importantes en el momento y el lugar menos oportunos.
      Un abrazo.

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