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sábado, 20 de junio de 2015

LECTURAS LENTAS





Lo primero que me llamó la atención de este libro fue su título. Segundos después me percaté del dibujo de la portada, me sonaba y no sabía de qué. Al abrirlo supe la respuesta. Esa ilustración de KiKe de la Rubia, está en otro libro, éste de poemas de Emily Dickinson, que se titula "El Viento Comenzó a Mecer la Hierba". Es curioso como una misma imagen parece distinta dependiendo de donde esté. Cuando la vi en el libro de la poeta, mis ojos se fijaron más en la parte inferior de la imagen, la que tiene colores más cálidos. Sin embargo, en el segundo encuentro, mis ojos se fueron directos a la parte superior, la más fría. Después de leerlo, puedo decir que mi mirada fue casi premonitoria. La historia que el autor, Per Olov Enquist, cuenta, te deja totalmente helado.
He de aclarar que el principio de la historia no me resultó fácil. Avancé unas cuantas páginas, y lo dejé durante un par de días sin volver a cogerlo. No sabía exactamente adónde me quería llevar este escritor, y eso me produjo un cierto desasosiego. Al tercer día decidí que debía seguir con él, y no me arrepiento.
Todo comienza cuando se descubre que en un hospital,  dos niños que nacieron el mismo día, fueron intercambiados. El problema es que cuando se sabe, los críos tienen ya seis años. El subsanar el error, va a traer una consecuencias para los niños y para los padres. Quien nos relata la historia es uno de esos niños, ya adulto. Mediante sus palabras, sus sentimientos, sus pensamientos más íntimos, vamos descubriendo su complicada psicología, y nos va presentando al resto de personas que forman, o han formado, parte de su vida, y que también han tenido su parte de protagonismo en ella.
El paisaje tiene un papel relevante en esta historia.  Te hace estar siempre en guardia. La luz, los tonos, no son cálidos, pero sobre todo, la manera en que quien relata la historia, describe el entorno,  hace que a ti, lector, se te meta una especie de niebla debajo de la piel, y no se te quite esa sensación de frío húmedo durante la lectura. Juzguen por ustedes mismos:
"... me quedaba mirando al techo donde el resplandor de la nieve reflejada brotaba como un incendio de llamas blancas, calmadas y quietas. Los animales en el bosque del cabecero dormían, refugiados en sus sueños, como los pájaros encima de la superficie del agua. Y entonces, yo también conseguía conciliar el sueño".
¿No es sorprendente que hablando de llamas calmadas y quietas, de animales del bosque que duermen refugiados en sus sueños, te haga sentir inquietud?
Otra presencia constante en esta historia es la muerte:
"En una situación de máximo peligro y desasosiego quizá dos personas van fundiéndose. Y si uno de los dos muere, el otro de pronto se ha quedado fundido con un cadáver".
Hay momentos durante esta novela que coinciden ambas cosas, naturaleza y muerte:
"Entre ciertas especies de albatros, existe algo que se llama <el síndrome de Caín>. El pájaro pone dos, a veces hasta tres, huevos. Los va incubando a medida que los pone, de modo que los huevos se abren con un intervalo de unos días. Luego el mayor de los polluelos mata al menor a picotazos. Nadie sabe por qué.
Comida tiene. Amor también."
Estamos ante una de esas novelas que podemos calificar de buena novela, pero cuya lectura exige ralentizar la velocidad. Una lectura más lenta y, a veces, al menos en mi caso, sacar la cabeza de sus páginas, y coger aire. Ésta es una de esas historias que hay que conocer cuando se esté con el ánimo alto. No digan que no se lo advertí.

No conocía al autor de esta historia tan especial y  a partir de ahora, creo que no se me va a olvidar su nombre. El señor Per Olov Enquist es novelista, dramaturgo y crítico literario sueco. Licenciado en Filosofía y Letras por la Universidad de Upsala.

4 comentarios:

  1. Cuando leo un libro que me atrapa...me lo zampo. Ahora ya voy siendo capaz de echar el freno, para que no se escapen los detalles que se atrapan en lecturas más lentas y reflexivas. Coger aire, como dices.
    Encantada de conocer a ese novelista sueco.
    Besos, amiga caminante.

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    1. A través de lecturas, me ocurre que ya no me interesa tanto el desenlace de la historia, sino el desarrollo de la misma. A veces me detengo a pensar en una frase. Otras, doy marcha atrás y releo alguna página anterior a aquella por la que voy. He rebajado mi velocidad, pero a cambio se ha intensificado el placer de la lectura.
      Este libro que comento es intenso, como lo son sus protagonistas. Requiere otro ritmo.
      Un abrazo grande.

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  2. En general la literatura nórdica exige otro ritmo de lectura, mi sensación es que cuentan las historias como lo harían en una noche fría, en torno a una chimenea. Obviamente no hablo de la novela negra nórdica... (aunque también tiene ese tono tan característico, como si escucharas la historia más que leerla). Me llevo apuntado este, gracias.

    Un abrazo

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    1. En el caso de la novela que comento, el autor cuenta la historia desde el interior de uno de los protagonistas, y según vas avanzando te das cuenta de que es ese interior lo que hace transformar el paisaje a través de sus ojos. Tienes razón sobre lo que dices de los autores nórdicos. Si lo pensamos, todo escritor está impregnado del paisaje que le rodea, y aquí lo que se percibe es esa sensación de frío.
      Un abrazo, Ana.

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