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jueves, 7 de mayo de 2015

EL FILO DE LA PALABRA

Hace un tiempo, uno de los blogueros a los que leo con interés, se preguntaba en voz alta para qué servía escribir, y si merecía la pena seguir haciéndolo. A esa persona y a todas las que, sintiendo en sus venas la necesidad de expresarse por medio de la escritura,  alguna vez han pasado por el trance de la duda, les aconsejaría que leyesen la novela que ahora voy a comentar: "Del Color de la Leche" de Nell Leyshon. Nada más abrir el libro, nos encontramos con el interesante prólogo de Valeria Luiselli que ya parece dar una de las posibles respuestas a tan profunda cuestión:
"... hoy en día sigue siendo pertinente preguntarse por la relación entre el poder y la escritura como forma individual de resistencia".
Es primavera del año del señor mil ochocientos treinta. Una joven que hasta hace poco vivía en la granja con sus padres, su abuelo y sus tres hermanas mayores, nos cuenta su vida y lo hace mediante palabras sencillas, directas, que forman frases cortas, pero contundentes. En cada una de ellas deja, a golpe de sinceridad, la narración de los hechos que cambiaron su vida, para siempre.


Sorprende la exactitud de las descripciones que hace la joven de las personas con las que convive dentro y fuera de su granja, así como del paisaje, animales y objetos. Quizás sea por la escasez de su vocabulario lo que hace que eliga tan bien las palabras, y tenga tan claras las ideas. Se la dotó de la velocidad en su lengua afilada, que le negaron en sus piernas, ya que debido a un defecto en una de ellas, no puede correr.
En la granja el padre es el que ordena y manda, y a quien se sale de la raya, se le vuelve a colocar en la fila, a golpes,  si hace falta. No se arredra a la hora de dejar claro lo enfadado que está por haber sido privado de un hijo varón. Alguien tiene que pagar por ello.
Hay otro hombre en la casa, el abuelo, que como ya no produce, a nadie le importa, excepto a la protagonista, de la que todavía no he dicho el nombre: Mary. El abuelo y ella congenian a la perfección, sus cuerpos han sido obligados, cada uno en su tiempo, a trabajar. Pero sus cabezas,  están más allá del lugar donde les ha tocado vivir y padecer. Son dos mentes gemelas que utilizan la aguda ironía para ver su mundo desde una perspectiva más soportable. Utilizan una armadura invisible soldada con algo parecido a la dureza, pero que debajo esconde una capa de ternura. Vean si no, en este párrafo:
"era tarde y entré en el cuarto de las manzanas. abuelo estaba tumbado en su cama, que estaba entre las cajas, y yo cogí una caja, le di la vuelta y me senté encima.
¿qué haces?, me preguntó.
¿tiene que haber un motivo para que venga a verte?
claro que no, dijo él. ¿cómo va el mundo?
con la misma forma de siempre, dije yo.
Pero en esta historia no es el padre el único que ejerce un poder déspota. Está también ralph (lo pongo con minúscula porque es así como lo escribe Mary, y porque semejante personaje no merece ninguna mayúscula), el hijo del pastor de la iglesia del lugar. Él utilizará su posición privilegiada para hacer lo único que parece saber hacer. Y eligirá como víctima a Violet, la hermana de Mary. Cuando aparezca en escena el padre del joven, y las circunstancias de la historia vayan tomando un deteminado derrotero, veremos que el tal ralph es digno hijo de su papá, (siento no poder disimular mi antipatía por estos personajes). Todo ésto irá surgiendo a partir de la decisión que toma el padre de Mary de enviarla a trabajar a la casa del párroco, a cuidar de la esposa de éste. En uno de los primeros encuentros de Mary con la señora, se produce una conversación que deja clara la sencillez, con una buena dosis de dignidad, con las que envuelve Mary sus palabras.  Puro instinto.
En un momento determinado de la historia, Mary confiesa a la mujer enferma:
"no sé leer los relojes, señora.
¿nunca has aprendido?
no sirven para nada ahí abajo.
¿y entonces cómo diantres sabéis qué hora es?
nos levantamos cuando hay luz, nos acostamos cuando está oscuro. los animales no tienen relojes y parece que se apañan.
ya entiendo. ¿y cuándo coméis?
cuando el estómago ruge tan fuerte que no hay elección. eso o cuando madre llama y dice que ya está la comida.
la señora se rió.
¿se está riendo de mí?, le pregunté.
no. me gusta tu forma de hablar.
bueno, es un alivio, porque no voy a cambiar.

Me estaría copiando párrafos, páginas enteras de esta maravillosa y terrible historia. La de una niña que es capaz de ver la belleza de las pequeñas cosas. De captar los corazones puros como  el de ella. Una niña a la que un pastor confunde con una oveja descarriada. Nada más lejos de la realidad. Ella es una persona de lengua afilada, mente pensante. Dotada de una fuerza interior que le impedirá pertenecer a ningun rebaño, y con un instinto de supervivencia que no le dejará poner la otra mejilla.

Les dejo con una última frase, una de mis preferidas:
"me he estado metiendo en líos toda la vida, le dije, pero eso nunca me ha impedido decir lo que pienso".

Advertencia: Las editoriales cada vez cuidan más la estética de los libros. Si usted es de los que, como yo, se guían por la portada de un libro para comenzar a leerlo, tenga cuidado, a veces una portada con una obra de arte pintada,  guarda bajo ella una obra de arte escrita.



La reproducción del cuadro que he puesto para adornar esta entrada se titula: "La Chica de la Granja" y es de Gustave Clarence Rodolphe Boulanger.



4 comentarios:

  1. Te preguntaba si merecía la pena el libro. Ya tengo la respuesta.La portada dice mucho.
    Un abrazo, amiga caminante.

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    1. Es impresionante lo bien que ha dejado reflejada la autora de esta novela, la voz de la protagonista. La sencillez, la sinceridad, dejan a corazón abierto toda la dureza y toda la belleza que rodea a la pequeña Mary. No dejes de leerlo.
      La elección del cuadro de Hammershoi para la portada de esta novela ha sido un total acierto.
      Otro abrazo.

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  2. Desde luego las portadas de los libros son a veces tan atrayentes que hacen que el contenido del libro a primera vista, resulte irresistible. Es más, si leyendo unas hojas, te das cuenta de que el libro realmente no merece mucho la pena, a veces, no siempre, eres capaz de verle el lado positivo, con tal de que esa portada conviva contigo una temporada.
    Bueno, esto que cuento me pasaba hace tiempo...ahora las portadas bonitas lo tienen más difícil.
    De momento, Dorcas, no me anoto el libro...aunque nunca se sabe en el futuro. No me tienta lo suficiente, a pesar de lo bien que lo recomiendas.

    Un abrazo y felices lecturas

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    1. Hay un momento para cada libro, y si ahora no te apetece, haces bien en no leerlo. A mí me ha ocurrido lo contrario. Me tentó la portada, y cuando empecé a leerlo, me parecieron mágnificas tanto la historia como la forma de relatarla. Lo que ha hecho la señora Leyshon con su relato es dar voz a la protagonista, pero dejándola hablar con su propio lenguaje, sin intervenir en la historia. Eso ha tenido como resultado un mayor dramatismo, de inocencia, y de belleza.
      Yo sí me he anotado el nombre de esta escritora porque a partir de ahora, voy a perseguirla como una sombra.
      Gracias María por dejarme aquí tu opinión.
      Un abrazo.

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