Mi lista de blogs

martes, 7 de abril de 2015

LA GRANDEZA DE ESTAR VIVO


"TERRAZA A LA ORILLA DEL MAR"
De Claude Oscar Monet



Hoy quiero comentar uno de esos libros que yo suelo denominar "dolientes". Un día se me ocurrió poner este adjetivo a un libro que estaba leyendo y desde entonces, me sale la palabra sin querer, cuando estoy ante una historia de la que ya sé el final, y a mi pesar, no puedo cambiarlo. El libro del que ahora hablo es "La Grandeza de la Vida" de Michael Kumpfmüller. El autor nos va relatando en él la historia de amor surgida entre Franz Kafka y Dora Diamant. Ella está trabajando en la cocina, atendiendo a un grupo de niños que están en un campamento, en el mismo lugar donde el escritor está pasando unos días de descanso. Ésta no es la única diferencia entre ellos, tambíen está la de los años que les distancian,  unos catorce. Pero ya se sabe que el amor no sabe de edades, ni de escalas sociales. Cuando surge, puede con todo. Enseguida hay una atracción entre ellos. Empiezan las miradas, luego el acercamiento para empezar a hablarse. Más tarde vendrán los paseos a solas, y así todos los sentimientos se irán agrandando hasta no poder negarlos. Es entonces cuando Kafka toma una decisión que cambiará el curso de su vida: irse a vivir a Berlín con la joven.
El señor Kumpfmüller nos va relatando de una manera serena el día a día de esta pareja. Pero esa aparente serenidad es sólo eso, aparente, porque alrededor de los enamorados las cosas están cambiando a otro ritmo, más acelerado que el paso de ellos dos.  Y es ahí donde el lector empieza a sufrir porque sabe lo que les espera al final de su tranquilo paseo. Ellos sin embargo, viven en su mundo. Los precios se disparan y el valor del dinero cae en apenas un par de horas, pero para ellos eso es algo que se puede superar. Tendrán que ir cambiando de casa de alquiler porque las rentas suben, a la misma velocidad que el valor del dinero baja. No importa mientras estén juntos. Todo esto se debe a un cambio político que se empieza a atisbar en el horizonte. Quien mejor lo ve es, de nuevo, el lector. El nazismo se va colando por rendijas no visibles para los ojos de dos enamorados. Al principio la pareja cree ver un cierto rechazo hacia ellos, y lo asocian al puritanismo de algunas personas que parecen no aceptar que una pareja viva bajo el mismo techo sin estar casados. Hasta que alguien pronuncia una palabra. La  palabra judío. Es sólo eso, una palabra, pero la forma de lanzársela al escritor, como si la escupiera, lo cambia todo. Por si todo ésto fuera poco, Kafka está cada vez más debilitado por la tuberculosis.
El autor de esta novela va describiendo el día a día como si nada importara. Los problemas se van superando. Se van poniendo parches aquí y allá. Todo esta bien porque los dos se aman, y están juntos, pero ésto último también va a cambiar.
Hay momentos, como cuando Kafka se empeña en ir a Berlín a vivir con su amada, que yo lector, hubiera querido evitar. Gritarle desde fuera, ¡no, no vayas allí! ¿es que no ves que vas hacia la boca del lobo? Pero eso no hubiera servido de nada. El final, como he dicho antes, estaba ya escrito, y ni siquiera es él el protagonista. Lo importante de esta novela no es la meta, sino el recorrido. Un recorrido que el señor Kumpfmüller ha sabido relatar bella e inteligentemente.
Les dejo aquí un trocito de esta buena historia:
"... Echa de menos las noches con ella. ¿No es increíble que uno pueda elegir a alguien con quien pasar la noche en una cama y dormir, como si eso fuese una pequeñez? A su lado él se ha hecho más valiente. ¿o acaso fue primero valiente y después estuvo a su lado? le habría gustado tener hijos con ella. Y, a todo esto, ¿no es extraño que los deseos y las preguntas no acaben hasta el último momento? "

Cuando cerré la novela ya acabada, habitaba en mi interior un doble sentimiento, el de rabia porque pensé que esta pareja debería haber muerto juntos, y de puro viejos. Y por otro lado de alegría porque he llegado a la conclusión de que, a pesar de todo, mereció la pena que se conocieran. Esa es la grandeza de estar vivos, en el más amplio sentido de la palabra.

Voy a devolver cuanto antes esta novela a la biblioteca para que más gente pueda disfrutarla.

4 comentarios:

  1. Las historias de amor merecerían todas acabar bien. Pero el amor es parte de la vida y la vida no siempre es justa. Un abrazo, amiga caminante.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. ¡Qué sorpresa recibir un comentario de una sor! He estado indagando en tu blog, me encantan las fotos, sobre todo la del geranio con la nieve.
      Hay historias de amor que no tienen un final feliz. Lo grande de ésta que arriba comento es que fueron adaptándose a las circunstancias cada vez más duras. El autor de esta novela lo cuenta en un tono sereno, sin embargo consigue que a veces te falte el aire y tengas que levantar la mirada de la novela para poder respirar.
      Tienes razón, la vida no es justa con la buena gente enamorada.
      Un abrazo.

      Eliminar
  2. Qué exacto es: libros dolientes. Qué exacto.

    ResponderEliminar
    Respuestas
    1. Y a veces, Pedro, lo son por partida doble, porque en el caso de una autobiografía o de un libro de poesía, si le duele al que lo está leyendo, imagino que al que lo escribió, debió de resultarle mucho más doloroso.
      Esa es la grandeza de la literatura, que nos hace reconocernos en otros.
      Un abrazo.

      Eliminar