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viernes, 7 de noviembre de 2014

COMO GATOS VERDES

Una de las palabras que he oído utilizar más inadecuadamente es: raro. Si buscamos su significado en el Diccionario de la Real Academia, una de las acepciones que da es: Extraño, distinto de lo que se espera, o de lo que es corriente, justo o razonable.




                                          "MARTE, DIOS DE LA GUERRA c. 1640"
                                            De Diego Rodríguez de Silva y Velázquez
                                          



Quién no ha oído, e incluso dicho alguna vez la famosa frase: Ese es más raro que un gato verde.
No sé si les pasará a ustedes, pero a mí me ocurre que en cuanto me dicen de alguien que es un raro, enseguida pregunto: ¿por qué? Y me ha ocurrido incluso que el hecho de que calificaran de esa manera a una persona, ha hecho que me interesase más por saber la razón de esa fama. 
¿Quién puede juzgar un comportamiento como "raro" sin saber el porqué del mismo? ¿Los "raros" nacen o les hace así la vida? 
Todas estas cavilaciones vienen a raíz de una historia que conocí hace unos años y quiero compartir aquí.
Recuerdo que el primer año que fui a Galicia, mi madre me iba contando anécdotas de algunas personas que conocía. Al hablarme de uno de ellos, me aconsejó que no le hiciera mucho caso de las cosas que decía, porque siempre había sido un poco "raro". Supongo que lo que intentaba mi madre con esta advertencia, era evitar que me asustase al oir frases que para la mente de una niña, pudieran carecer de sentido. Sin embargo, la advertencia no sirvió para nada porque nada más conocer al hombre en cuestión, me resultó atractivo, por eso precisamente, porque contaba cosas diferentes a los demás. Yo entonces no entendía casi nada, pero su tono de voz, y sobre todo, su mirada cuando hablaba, me hipnotizaba. Era como si estuviera en otro lugar, como si fuera capaz de ver cosas que los demás no veíamos.
Los años pasaron, yo fui creciendo, pero cada vez que volvía a Galicia, no podía evitar acabar poniéndome al lado de él con la esperanza de desentrañar el misterio que para mí encerraban sus palabras. Y al ver que yo sí le escuchaba, empezó a dirigirse sólo a mí.
Un día paseando con él por mitad del campo,  se detuvo y miró hacia el horizonte y comenzó a hablar, como siempre, con frases inconexas, pero que parecían tener un sentido para él. Su mirada acuosa, azul como el mar, era de miedo y de dolor a partes iguales. Ese día decidí que tenía que saber algo más sobre la vida de ese hombre. Preguntando a unos y a otros supe que había estado en la guerra, en la guerra civil de nuestro país. Luchando en el frente. Que un día de esos que hubiese sido mejor no haber conocido, vio como su mejor amigo que avanzaba codo con codo con él, volaba por los aires en pedazos. Parte de la metralla que mató  a su amigo, le alcanzó también a él. Un pedazo se incrustó en su cabeza para siempre, y todavía quedó más para herirle en una pierna.
Cuando llegué a casa, iba hecha una furia.
¿Raro? -grité-. Raro  es que no entendáis el dolor que tiene que llevar ese hombre dentro de sí. Raro es que a nadie parezca importarle su sufrimiento, y se le ignore como si estuviera loco. Raro es que no hayamos hablado de todo esto en la familia.
Mi madre, con esa flema que siempre ha tenido,  y que tan nerviosa me pone aún hoy,intentó tranquilizarme diciéndome que eso había pasado hacía mucho tiempo, y que era mejor olvidar. Pero a mí esa historia se me quedó incrustrada en la memoria, como a ese hombre el trozo de metralla que llevaba en su cabeza.
Es curioso el disco duro de nuestra memoria, cuando menos lo piensas !zas¡, te saca los recuerdos más recónditos. Sólo hace falta un detonante.
Hace unos días al leer uno de los blogs  a los que soy asidúa, en el que se comentaba el libro "La Librería Encantada" de Chirstopher Morley en el que se hablaba de la Primera Guerra Mundial, me vino a la cabeza la historia que les he contado. Al fin y al cabo, da igual en qué país sea la guerra. Todas son iguales. Fui en busca del libro mencionado, que sabía que tenía y empecé a ojear sus páginas, deteniéndome en aquellas que había subrayado. En una de ellas, encontré esta frase: "Una causa verdaderamente buena no debería exigir el sacrificio de millones de vidas inocentes".
Ha pasado mucho tiempo, como me dijo mi madre. Pero no hemos aprendido mucho a tenor de las guerras que sigue habiendo en varios paises. Cuanta gente muere inútilmente. Y de los que quedan, ¿cúantos están realmente vivos?
Experiencias tan duras como la de vivir una guerra cambia inevitablemente a quienes la han sufrido. Lo menos que les puede pasar es que se vuelvan raros, como los gatos verdes.

8 comentarios:

  1. Dorcas, yo abogo por ser rara...¡¡y a mucha honra!! De todos modos, algo en lo que pienso mucho es que nos quedamos en las etiquetas...y las etiquetas nos duran un tiempo o un rato...pero para quien solo quiere ver la etiqueta del pasado o del presente...se olvida que el ser humano lleva un arco iris en su interior y que a pesar de que hay esencias dentro de nosotros que nos hacen definirnos y ser quienes somos...no nos podemos quedar solo en eso. Porque...si me defino como lectora...cuando no lo hago...o en épocas en las que solo llevo los libros de paseo...¿dejo de ser una lectora? En fin...cavilaciones...pero desde luego...quiero ser una rara del mundo que no ve solo una etiqueta...quiero ver las que quieran mostrarme las personas y seguir abierta a nuevas experiencias...
    Por cierto, las guerras son inútiles, pero hay mucha diferencia entre la primera y segunda Guerra Mundial. En el libro de la Librería Encantada hablan de la primera...no de la segunda, dado que fue escrito en 1918.
    Un besito grande y que disfrutes del día sin etiquetas...

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  2. Cuando he leído tu comentario me he sonrojado de vergüenza al comprobar que he metido la pata situando la acción de la novela que menciono en mi entrada en la Segunda Guerra Mundial, en lugar de en la Primera, que es lo correcto. Mi mente se fue durante un momento a otra novela:"La Sociedad Literaria y el Pastel de Piel de Patata de Guernsey", que sí pertenece a ese período.
    Me gusta lo que dices sobre la amplitud de colores que lleva dentro cada ser humano. Estoy totalmente de acuerdo contigo.
    Lo que yo quiero resaltar además, es que casi todas las aptitudes tienen un porqué. Ése sólo lo sabe la persona en sí. Sería todo tan fácil si nos preocupáramos un poco en conocer al otro antes de juzgarlo.
    Gracias por todo lo que me has enseñado.
    Un abrazo, Maria.

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    1. Perdona, mi intención no era sonrojarte...porque yo me equivoco mucho escribiendo.
      La Sociedad Literaria...¡¡qué gran libro!! A veces lo tomo entre mis manos y ojeo sus cartas...
      Besos y muy buenas reflexiones!!

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    2. No sabes lo que agradezco los comentarios y las críticas que me dejáis aquí. El tuyo tenía alguna corrección que era necesaria porque si no, no hubiera caído en mi error. Así que gracias de nuevo.
      Además eso demuestra que leéis lo que escribo, y para mí eso es muy importante. Como te dije, con vuestros comentarios aprendo constantemente.
      Aprovecho para decirte algo que se me quedó en el tintero. Tienes toda la razón cuando dices que las guerras no son iguales. La Primera tuvo un impacto enorme en la historia del mundo. Por el número de muertos, nunca un conflicto bélico anterior había causado tantas muertes, y precisamente, por ser la primera guerra a nivel mundial.
      Cuando yo digo en esta entrada que todas las guerras son iguales, me refiero a nivel humano. Porque en todas muere gente innecesariamente, a mi modo de ver. A veces las palabras que conozco se me quedan cortas para expresar todo lo que tengo en la cabeza y en el corazón, por eso no logro siempre hacer buen uso del lenguaje, como quisiera. Pero estoy en ello.
      Un abrazo cariñoso.

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  3. A algunos se nos ha colgado ese sambenito desde la infancia. Rara, que no hace lo que se supone que hace la mayoría. De mayores ya vamos entendiendo que nuestra singularidad es nuestra mayor riqueza. ¿Quién no es singular? ¿Quién no es raro?
    En cuanto al libro que comentas así lo entiendo yo también, no hay causas buenas manchadas de sangre.
    Besos amiga paseante

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  4. Es lo más cómodo y lo más injusto. Pero tal y como están las cosas, el ser raro o singular, es una cualidad, no un defecto. Demuestra que el que la tiene ha sido capaz de no dejarse arrastrar por la cómoda corriente del rebaño.
    Un abrazo.

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  5. Dorcas estoy aquí leyéndote, aprendiendo de todas tus reflexiones y esta vez has conseguido conmoverme en lo más profundo. Que triste historia la de aquel hombre "raro" de Galicia. Raro por llevar tanto dolor dentro, por llevar la crueldad de la guerra grabada en su mente y en su propia carne.
    Al leer todo lo bello y acertado que compartes con nosotros, puedo reconocerte a la perfección con aquella niña curiosa que empatizó con aquel "raro", entendiéndole y sufriendo su dolor.
    Como bien dices, cualquier guerra es una tragedia. No hay nada más cierto que esto: la guerra anula la vida. No tiene otra razón de existir; y esa es la mayor tragedia de este mundo en que vivimos.
    Un beso grande.

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  6. Hace un tiempo leí en un artículo escrito por un psicólogo que una guerra destroza tres generaciones. La primera por haber participado en la contienda, las otras dos porque tienen que convivir con las secuelas que el primero trae cuando vuelve al hogar. Lo que hace más difícil el poder llegar a curar las heridas psíquicas de los soldados que vuelven a casa, es que la mayoría de ellos no quieren compartir con los suyos los horrores que han vivido. El silencio les mata a ellos y destruye a los que tienen alrededor. Por eso es importante que se les escuche, que no se les aparte como si fueran bichos raros. Sólo son personas con dolor. Y el dolor se empequeñece cuando se comparte.
    Besos, Marie.

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