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sábado, 31 de mayo de 2014

AGUJEROS QUE DAN AL CIELO


"UNA CASITA EN BERKSHIRE"
De William Kay Blacklock




Recuerdo un día que siendo una niña, mi madre me dio un paragüas rojo para que me resguardara de la lluvía que en esos momentos estaba cayendo. Era uno de esos paragüas un poco antiguos, de loneta gorda y cachaba de madera tallada. Me pareció un bonito paragüas. Cuando llevaba un tiempo con él abierto, al alzar la cabeza, me di cuenta que casi en el centro de la tela, había un agujero, no muy grande, pero lo suficiente para que, de vez en cuando, se colara alguna gota fría despistada. En principio eso me dejó un tanto descolocada ¿cómo era posible que mi madre me hubiera dado algo roto? Pero enseguida mi mente de niña quiso ver más allá de lo que en principio parecía ser algo desagradable, y me dio por pensar que me había dado un paragüas con un agujero para que cada vez que alzase mi cabeza, pudiera ver el cielo, el sol y las nubes por el día, y las estrellas por la noche.
He sido siempre de ese tipo de personas que cuando tenía algo cerca que no me gustaba, procuraba mirar más allá buscando algo agradable, que siempre lo había.

Uno de los golpes más fuertes que la vida me ha dado ha sido la muerte de mi hermana. Fue en el año 2002. En el mes de Julio de aquel año, mi hermana decidió que esta vida no era suficiente para ella, y se fue. Detrás de ella quedó una nota de despedida para la familia y un haz de dolor inmenso. A partir de ahí todo cambió. Fue como si el tsunami hubiese entrado en mi casa y lo hubiera destrozado todo. Ante un hecho como éste cada uno reacciona como sabe, quiere o puede.
Mis padres se sumieron en un pozo de dolor que cada uno decidió expresar a su manera. Mi padre haciéndose okupa de un pozo de silencio en el que lleva viviendo desde hace 12 años. Mi madre quejándose por todo y acabando siendo una mujer casi amargada. Ambos han caído en una espiral de deterioro físico.
Cuando alguien decide ser padre o madre, se le da una serie de consejos. Hay incluso manuales que indican qué tipo de leche hay que dar a los niños, consejos sobre su aseo, las vitaminas que hay que aportarles, etc. . Ningún manual le enseña a los padres cómo han de enterrar a un hijo, entre otras cosas, porque se da por hecho que, por ley de vida, va a  ser el hijo el que tenga que llevar a cabo esa acción antes. Si la muerte de un hijo se debe al suicidio, el tema se complica. Hay alrededor de este tipo de muerte una especie de pacto de silencio incluso a nivel social, que yo no logro entender. Teniendo en cuenta que según he leído en varias informes, cada minuto se suicida una persona en el mundo, ¿cómo es que nadie quiere hablar de ello? Sobre si guardar silencio o no hay defensores y detractores, como en todo. Uno de los argumentos que se esgrimen en contra de hacerlo es que se puede ocasionar el efecto de imitación y causar que el número de muertes por esta causa aumente. Sin embargo no se tiene este tipo de reparo a la hora de dar noticias sobre las guerras o los malos tratos, por ejemplo.
Yo creo sinceramente que es al contrario, que cuando se guardan ciertos sentimientos o ciertas opiniones, se pueden acabar enquistando. Que el hablar con naturalidad de este tipo de cosas, ayuda a intercambiar opiniones, información, y eso siempre es enriquecedor.
Lo que me ha decidido a plantear este tema en esta entrada es el pensar que, como parte que he sido de un hecho doloroso, puedo aportar mi visión y quizás ayudar a alguien que pueda estar viviendo esta misma experiencia.
Como he dicho antes cada uno vive el dolor como puede. Yo decidí no dejarme vencer por él. He estado leyendo sobre el tema, buscando información aquí y allá, intercambiando opiniones con gente que ha tenido la misma experiencia.
Tras la pérdida de un miembro de la familia en estas circunstancias que les comento, se pasa por tres etapas: el shock al recibir la noticia. Te quedas bloqueado, todo se apaga a tu alrededor, te cuesta hasta sujetar la cucharilla del café. Te obligas a hacer lo que tienes que hacer, pero eres un autómata. La segunda etapa es la del dolor. Ése aparece a partir del segundo año de la pérdida, durante el primero no se nota tanto por el propio shock. Dicen que los golpes duelen más en frío y es así. Después cuando va pasando el tiempo y no tienes más remedio que ir aceptándolo, viene el período más duro, el de los reproches, las culpas.  Hay que salir de ahí como sea. En mi caso fue la lectura, que al principio realizaba como el resto de mis actos, de una manera autómata, tanto es así, que cuando tiempo después volví a leer alguno de los libros que había leído en la época más dolorasa, me dí cuenta que no me había enterado de gran parte de ellos. Lo único que había hecho era pasar mis ojos por encima de las palabras, pero sin asimilarlas. Pero aún así me sirvieron de bote salvavidas.
Los amigos son una baza importantísima, y en eso me siento una privilegiada. Siempre he tenido a mis buenas amigas cerca, cuidándome, escuchándome incluso cuando mis palabras era repetitivas. La mayoría de ellas han estado magníficas. Luego hay por ahí alguna torpe que puede en un momento determinado meter la pata. Como aquella que en su afán de buscar una explicación a lo inexplicable, le dio por soltarme esta frase:
-Lo que ha hecho tu hermana es un pecado.
Utilizando esa habilidad que al parecer he tenido desde niña, quise ver en esta frase tan lapidaria como poco acertada, una simple torpeza. Viniendo como venía de una persona a la que considero buena persona, no pude pensar que lo hiciera por maldad. También ayudó el hecho de que cuando me lo dijo yo ya era una persona adulta. Pero eso me llevó a pensar ¿qué hubiera ocurrido si ésto se lo hubieran dicho a una niña o un niño, a alguien que por su edad pudiera no tener tantas herramientas mentales como puede tener un adulto?
Una de la situaciones que se produce en el seno de una familia con varios hijos donde ha habido un suicidio, es que el hijo muerto se hace más presente, incluso más carnal,  mientras que los vivos, parecen convertirse en seres invisibles. No es justo. Si además todo esto sucede en el entorno de una familia con niños, las consecuencias pueden ser fatales para el desarrollo de esos niños.
Por eso me  decidido a hablarles de este tema. Si alguno de los que lleguen a leer esta entrada está viviendo una situación parecida, o tienen a alguien cerca que la está viviendo, por favor, no olviden quererse, intentar hablar del tema. Con la mayor naturalidad posible. Sin buscar culpables porque no los hay.
Una de las consecuencias de la crisis económica ha sido el aumento de suicidios. Esto se ha callado en todos lo medios de comunicación por un interés meramente político. Se quiere dar la imagen de que en España todo va bien. Una más de las muchas mentiras que nos han contado. Es necesario que se hable de ello, entre otras cosas para que los familiares no se sientan sólos ni raros, que no lo son.
La razón que tiene una persona para decidir quitarse la vida, la sabe sólo ella. Hay que recordarles con cariño y respeto. Y sobre todo evitar frases como la que mi amiga me dijo, que puesto que no ayudan, se convierten en totalmente inútiles.

Ojala que los niños y los adultos que han vivido o están viviendo una situación parecida a la mía, encuentren a alguien que les dé un paragüas con un agujero desde el que poder seguir viendo el cielo, las nubes, el sol y las estrellas. Porque siguen estando ahí, para que los difrutemos, a pesar de todo el dolor que nos esté tocando vivir.

martes, 27 de mayo de 2014

COMO MAQUINAS TRAGAPERRAS


"Cajero con Monedas" de
Gabriel-Germain Joncherie



Acabo de leer una novela que recomiendo por su calidad: "La Balada del Abuelo Palancas" de Félix Grande. Es una de esas novelas que se quedan en la cabeza y en el corazón para siempre. Llama la atención la riqueza de lenguaje que ha demostrado poseer el autor. Se nota su vena de poeta. Pero es que además se puede considerar un documento histórico, porque por medio de la vida de sus personajes, nos hace viajar a través de la historia de España en unos años, todo sea dicho de paso, durísimos. Comienza allá por los años veinte. El señor Grande nos cuenta la historia utilizando la voz del hijo de el  Palancas. Es a través de los recuerdos que de su padre tiene, y que va relatándole a la vez a su propio hijo, como vamos siendo introducidos en la historia de esta familia y la de su país, que es el nuestro.
La familia de el  Palancas es de origen humilde pero nos dan una verdadera lección de honestidad, de valentía, de orgullo. No hay página de la que no se pueda sacar un buen consejo para encarar la vida con una dignidad que ahora parece que algunos han olvidado que poseen.
Ayer sin ir más lejos, en un programa de televisión se comentó que un joven anunciaba en Twitter, con no poco orgullo, que su padre le había dado veinte euros para que votara al PP en  estas últimas Elecciones al Parlamento Europeo. Parece ser que el chico aceptó, y como digo, se sentía tan orgulloso de ello, que decidió debía compartirlo con el resto del planeta.
Al oir esta noticia, me vino inmediatamente a la cabeza la historia del abuelo Palancas, y pensé lo que habían cambiado las cosas en unos años. No he podido resistir la tentación y he buscado entre las páginas de la novela que les comento, un fragmento, que bien podría servir de consejo para la criatura que tan feliz se siente de haber aceptado un soborno, evitando así tener que hacer un ejercicio de madurez, esto es, pensar y decidir por él mismo. Y que, igualmente, podría ser un buen consejo para el papa de la feliz y descerebrada criatura que, con ese gesto de aparente generosidad, ha reducido a su hijo a algo parecido a una máquina tragaperras.  Y sabido es que las máquinas, por mucho dinero que tengan dentro, carecen de cerebro  y de alma.
El fragmento que les menciono es el siguiente:
"... y lo que distingue a un cantamañanas de un hombre que se toma la vida en serio, es justamente eso: que el cantamañanas convierte su vida en una chapuza pero que el hombre de verdad, el que tiene pundonor como lo tienen los buenos toreros, sabe que cuando hay que hacer una cosa a su propio servicio o al servicio de sus semejantes, que son tan sagrados como él, o hace bien esa cosa, o aprende a hacerla bien antes de hacerla, o la deja sin hacer y aprende la humildad de que la haga otro que sí sepa." (página 229).
Éstas son palabras de el abuelo Palancas, un hombre que no había podido recibir educación académica, pero que tenía la sabiduría que da la vida, y un sentido de la honradez como pocos.
No se pierdan esta joya literaria.

sábado, 24 de mayo de 2014

C O M P L E M E N T A R I O S






A veces el correo, en lugar de empacharnos con propaganda de todo tipo, o aburrirnos con sobres de oficinas bancarias, nos da una sorpresa y nos hace llegar una pequeña joya. Eso me pasó a mí hace unos meses. Recibí un libro que me enviaba un amigo, apasionado de la lectura, e insaciable en lo que a adquirir conocimiento se refiere. Era "Narciso y Goldmundo" de Hermann Hesse.
La edición es ya antigua, tiene ese olor que se le quedan a los libros "viejos". Una mezcla de polvo y aire del pasado, contenidos entre sus páginas. Éstas además, están cubiertas de un tono amarillento que delata su ya larga edad. Me encantan estos libros.
He de confesar, para mi vergüenza, que no había leído nada de este autor, aunque sí lo conocía por algún que otro artículo sobre él.
Empecé a leerlo sin hacerme ninguna idea previa. Al principio me resultó chocante la forma de hablar de los personajes. Lo dejé un par de veces y leí entre medias otros títulos. Pero algo tenía este libro que me golpeaba en la síen, recordándome, una y otra vez, que lo tenía sin acabar de leer.
Por fín volví a él decidida a leerlo, y lo que descubrí fue la belleza, la sabiduría, la serenidad. Cosas que el tiempo no puede destruir, sino sólo agrandar.
Hermann Hesse nos cuenta la historia de dos muchachos totalmente opuestos: Narciso, aristocrático, culto, exquisito en sus maneras. Un muchacho amigo de pensar y analizar.
Por otro lado, está Goldmundo: pobre, con el único conocimiento que el andar de un lado a otro le ha aportado, atraído por lo carnal. Son opuestos, por eso mismo, complementarios. Cuando ambos personajes coinciden en un convento, Narciso decide intentar transmitir a Goldmundo lo que sabe. Goldmundo sin dejar de preocuparse por las mujeres que se cruzan en su camino, va descubriendo poco a poco, por las palabras de Narciso, otra forma de vivir, otra forma de pensar. Ambos inician un recorrido. Narciso por medio de su interiorización. Goldmundo recorriendo lugares que le llevarán hacia sí mismo.
Hay frases que Narciso dice a Goldmundo, que se te quedan en la retina, y en algunos momentos necesitas volver a ellas. Se las trascribo para que puedan disfrutarlas.
"Llamo despierto a aquel que, con la razon y la conciencia, se conoce a sí mismo y conoce sus más íntimas fuerzas, impulsos y flaquezas irracionales, y sabe contar con ellas".
"Nosotros somos transitorios, cambiantes, somos posibilidades, para nosotros no existe la perfección, no somos seres completos. Sin embargo, cuando pasamos de la potencia al  acto, de la posibilidad a la realización, participamos en el verdadero ser, nos hacemos un poco más semejantes a lo perfecto y divino".
"... el puro pensar, cuyo ejercicio y enseñanza es mi función, reclama cierta protección frente al mundo".

Este libro habla de lo poco que somos y de lo mucho que podemos llegar a ser. Ojala que esos que en estos días están intentando mostrarse como no son, leyeran este tipo de libros, reflexionaran y se dejaran empapar por su sabiduría. El mundo sería un poco mejor.

miércoles, 21 de mayo de 2014

EL DESCONOCIDO

"Sobre el Mar de Niebla"
de Caspar David Friedrich




Como animales de costumbre que somos, repetimos todos los días el mismo recorrido. Nos cruzamos a diario con las mismas personas y, sin embargo, sin saber por qué, un día nuestros ojos topan con otros ojos y es entonces, cuando esa persona deja de pertenecer al río diario de gente y se convierte en uno, en él, o ella, en concreto. No sé cúando me ocurrió a mí eso con aquel desconocido. Probablemente nos habríamos cruzado ya varias veces. Pero ese día me fijé en él. Su pelo era liso y oscuro. Lo llevaba con un corte perfecto. Su rostro tenía luz, incluso a esa temprana hora de la mañana, en que todas las caras visten la misma palidez del medio despertar. Quizás fuera esa luz lo que me atrajo, como a un mosquito ante una lamparita de noche,  hacia su cara. Llevaba puesta una bonita sonrisa. Caminaba decidido, posando su mano derecha sobre la banda de la cartera que llevaba cruzada. No pude evitar quedarme mirándolo.  Él  se dio cuenta, pero siguió con su sonrisa, y me la contagió. Llegué al trabajo sonriendo también. Durante varios días volví a cruzarme con él, y llegó el día en que, instintivamente, mis ojos le buscaron antes de que apareciera. Era una imagen reconfortante. La felicidad hecha hombre. Andaba como si todo a su alrededor fuera perfecto, y contagiaba la paz que irradiaba. Llegué incluso a preguntarme qué corbata llevaría ese día.  Porque iba con corbata. Y zapatos brillantes y, a veces, en los días de más frío, llevaba un abrigo que me recordaba a los que vestían los actores, en las películas de cine negro de los años cuarenta.
Un día no apareció. Se habrá dormido, pensé. Pero su ausencia se repitió otro día, y otro, y otro... Hasta que decidí no preocuparme, después de todo sólo era un desconocido.
Hace un par de semanas volvió a aparecer en mi camino rutinario. Al principio dudé si era mi desconocido o era alguien que se le parecía, porque había algo que no encajaba. Cuando llegó a mí altura,  me di cuenta que sí era él, pero estaba cambiado. Su pelo era algo más largo, y no tenía un corte totalmente perfecto, más bien lo llevaba con un estilo informal. Su rostro ya no tenía luz y en su parte inferior, lucía una barba del mismo color que su cabello. Mis ojos no pudieron encontrar los suyos, pues los tenía ocultos tras unas gafas de cristales oscuros. No irradiaba paz. Su  mandíbula parecía tensa, como si un relámpago se hubiera colado bajo su barba, e intentara salir.
Su mano derecha ya no reposaba sobre ninguna tira de cartera colgante. Ahora llevaba una de mano.  La izquierda estaba cerrada casi en un puño.
Andaba como si quisiera cortar el aire con cada uno de sus pasos.
¿Qué te habrá ocurrido? -pensé-. ¿Estás así porque alguien te ha hecho daño?
Ese día fui a trabajar un tanto preocupada, pensando en lo frágiles que somos, en lo mucho que nos pueden influir, incluso dañar, determinadas personas o circunstancias que más que rodearnos, nos invaden la vida.
Volví a recordar cómo era ese rostro antes y decidí que prefería el recuerdo, aunque fuera ya sólo eso. 
Mientras caminaba cabizbaja, me dio por pensar: Ojala vuelva a ser algún día, el de antes. Ojala recupere lo que sea que haya perdido hasta el límite de cambiarle tanto. Ojala le vaya bonito.

sábado, 17 de mayo de 2014

CORRESPONDENCIA



                                                 
Joven Leyendo Una Carta
de Jean Raoux             







Hace no mucho comentaba con una conocida cómo había cambiado la correspondencia. Actualmente  es rarísimo que alguien te mande una carta escrita a mano. Yo tengo una amiga que aún lo hace. Para mí sus cartas son pequeñas joyas que espero a veces hasta con ansiedad.
Es una pena que se haya perdido esa costumbre. Estoy de acuerdo en que hay que dar paso a los nuevos avances, sobre todo cuando se trata de enviar un mensaje con la mayor rapidez. Pero nada es comparable a recibir una misiva escrita a mano. En ella se puede leer más allá de las líneas escritas. Es muy difícil engañar cuando se deja sobre una hoja en blanco un mensaje hecho de nuestro puño y letra.  Nada más ver cómo se han escrito las letras, en qué dirección se inclinan las frases,  la intensidad con que se marcan los signos de puntuación, descubrimos pequeñas pistas que el que nos escribe nos ha ido dando acerca de su estado de ánimo en el momento de redactar la carta, acerca de su personalidad.
Es época de campaña electoral. Eso significa que nuestro correo aumenta. Ayer mismo, al abrir mi buzón, cayeron sobre mí, varios sobres de varios grupos políticos que me enviaban sus listados de candidatos para las próximas elecciones al Parlamento Europeo. Son cartas escritas en un ordenador que una impresora habrá multiplicado por miles, incluso por millones. Su presentación es absolutamente pulcra. Tanto, que crea desconfianza. Me recuerdan a aquellas redacciones que hacía en el colegio cuando era una niña. Lo importante es la presentación, me decía a veces mi padre. Porque si la presentas bien, la profesora verá que has tenido interés al hacer el trabajo. Cuanto menos tenía que decir, más me esmeraba en la presentación. La pulcritud era una forma de disimular la vaciedad del contenido. Aquellas redacciones tan ñoñas: "Tengo una casita en medio de un bosque, rodeada de un bello jardín..."
¿Quién no ha hecho alguna vez una de esas composiciones?
Para evitar que se notara lo poco que tenía que contar, hacía la letra un poco más grande, y los márgenes eran también considerables.
Tengo una de las cartas de la campaña electoral a mi lado.
"Querido amigo, querida amiga:" -empieza-.
Me pregunto qué habré hecho yo para merecer el honor de que un candidato político me considere amiga suya.
Luego me recuerda lo importante que pueden llegar a ser las decisiones que se toman en la Unión Europea que pueden cambiar la vida de cada persona, de cada familia, de cada empresa.
A mí me lo van a decir, que he visto cómo, utilizando como disculpa el rescate de la tan manida Unión Europea, se me iba arrebatando, entre otras cosas,  mi poder adquisitivo.
Habla a continuación de la imposición que se nos ha hecho de una política equivocada.
Si se sabía con tanta claridad que era equivocada ¿por qué se ha estado manteniendo tanto tiempo? ¿por qué no se ha variado de forma de actuar?
Seguidamente detalla todo lo que la unidad de Europa trajo, y todo lo que se ha perdido en el camino.
Si el partido que ha estado presidiendo el Parlamento Europeo, no estaba actuando como debía, y el resto de los partidos lo sabían, ¿por qué no han dicho nada hasta ahora?
Más abajo indica lo que el Partido firmante del escrito quiere conseguir si gana las elecciones, y los grupos sociales más desfavorecidos a los que va a ayudar: jóvenes, trabajadores que han perdido su empleo, mujeres...
Si ya conocían la situación de estos grupos más golpeados por la crisis ¿cómo es que no han hecho nada aunque fuera desde la Oposición?
Casi al final del escrito hay una frase que empieza con la tan repetida expresión por parte de los políticos:
"Hay que..."
Se despide,  como no podía ser de otra manera pues para eso manda el escrito, pidiendo el voto para su Partido.
Al acabar de leer esta carta, como después de haber leído las otras de otros Partidos que he recibido, me queda la sensación de haber estado posando mis ojos en un papel mojado en el que no se podía ver nada. Vaciedad, ese es el término que mejor define este tipo de escritos.
Me pregunto qué más nos descubriría este mismo escrito si se hubiera hecho a mano.
Las cartas que me envían los grupos políticos merecen la misma repuesta que éstos me  han estado dando a los enormes problemas que ellos mismos me iban creando: una completa indiferencia.
Sin duda me quedo con las cartas de mi amiga, llenas de sinceridad y buenos sentimientos.

jueves, 15 de mayo de 2014

LA CHINCHE BESUCONA

Chinche Besucona


El mundo de los insectos es muy curioso y a veces su comportamiento, parece similar al de algunos seres humanos. Ojeando el otro día un libro que hablaba de insectos y plantas, apareció este bichito que les muestro en la fotografía superior, que he sacado de Internet. Se llama Chinche Besucona. Su nombre viene del hecho de que es la especie que más contacto tiene con los humanos, se alimenta de la sangre que corre cerca de los labios y alrededor de la cara, incluyendo los ojos. Su mordida no causa dolor, y la víctima pocas veces se da cuenta durante los 15 minutos que tarda el período de alimentación. Es común en Centro y Sudamérica. Provoca la enfermedad de Chagas. Se da la circunstania de que muchas veces defeca mientras se alimenta, y la víctima al rascarse, proporciona la entrada de la materia fecal por medio de la piel. También puede entrar al frotarse los ojos o a través de la boca.

Hace tres años recibí una carta del Instituto Nacional de Estadística en la que se me anunciaba que había sido seleccionada al azar, para una Encuesta de Condiciones de Vida que dicho Instituto estaba haciendo a los ciudadanos, a nivel europeo. En dicha entrevista se me solicitó que mostrara una serie de documentos como: el recibo del IBI, el del teléfono, el de la luz, el del Impuesto de Basuras, el del seguro de la casa. Además tuve que contestar varias preguntas, tales como: qué cantidad sería, a mi entender, la que debería recibirse como salario base.
La entrevista duró casi dos horas. Tiempo que yo debería estar usando para cosas más banales como cuidar de mi familia, hacer la comida, la limpieza de la casa, ir a la compra y un largo etcétera.
 Al terminar, la señorita que me la hizo se despidió sin más.
Mi sorpresa fue cuando al año siguiente, me escribieron de nuevo, para comunicarme que iban a volver a hacerme la susodicha entrevista. Vuelta a empezar. Otra vez a sacar todos los papeles y, otra vez, a contestar preguntas del estilo de la vez anterior. Una de ellas era si estaba mejor o peor, económicamente hablando, que el año pasado. Lógicamente contesté que peor, pues igual que la mayoría de los españoles, estaba perdiendo poder adquisitivo. Fue en este momento cuando el entrevistador, en un alarde de inspiración, hizo el siguiente comentario:
-Pues no debe ser usted tan pobre, cuando no tiene una hipoteca.
Algo se me revolvió por dentro. Intenté coger oxigeno antes de responderle:
-Fíjese si seré pobre, que ni hipoteca tengo. Con mi edad, y tengo ya unos cuantos añitos, sigo viviendo con mis padres, porque gracias al sueldo que tengo, no he podido comprarme casa propia. Después de haberme pasado toda la vida trabajando.
Para remate de fiestas, al despedirse el sagaz entrevistador, me anunció que volverían a hacerme la entrevista durante dos años más.
Ya no pude resistirme y busqué  información sobre la Ley que, según me habían indicado desde el Instituto arriba mencionado,  me obligaba a contestar a la entrevista. Y, efectivamente, la encontré. Lo que no encontré en ninguno de sus apartados,  fue una sóla línea que señalara que tuviera obligación de contestar a las preguntas durante cuatro años.
Una de las cosas en las que insistí era en el heho de que, dada la situación económica que nuestros políticos han estado creando en nuestro país, que nos hicieran una encuesta para saber cúal era nuestra situación en ese tema, me parecía, como poco, un burla.
Aunque no se lo crean, este año me han vuelto a escribir.
Imagínese que alguien le da un golpe en la cabeza,  y después le pregunta qué tal le va. Pues exactamente así me he sentido yo.
Todo esto me recordó a la chinche  besucona que, como les he explicado al principio de esta entrada, según está picando, va dejando su materia fecal en la piel de su víctima. Como si de una rúbrica se tratara, para indicar quien es el "artista" que ha realizado semejante proeza.
Si como dicen en el escrito que mandan anunciando la entrevista, el objetivo de la misma es conocer la evolución de la situación de las personas, no tienen más que ver lo poco que se ha prosperado en temas como: salarios, derechos laborales, servicios sociales, educación, sanidad. No es que no haya habido progreso, es que ha habido un retroceso bastante considerable.
Si por el contrario, lo que intentan es saber el dinero que hay, y dónde se encuentra dicho dinero,   me temo que están entrevistando a las personas erróneas. Se me ocurre que sobre el tema dinero, deberían encuestar a, por poner un ejemplo: El señor Botín, la señora Cospedal, el señor Rodrigo Rato, el señor Boyer, la señora Tocino.
No me voy a despedir sin dejar, a quien ha encargado hacer entrevistas como ésta, una tarea para casa. Repita, hasta que se le grabe en su cabeza, la siguiente frase: En la cara de los humildes, no se defeca.

domingo, 11 de mayo de 2014

DUEÑOS DE NADIE



Imagen sacada de Internet


Tendría yo unos once o doce años, cuando una de las monjas del colegio al que yo asistía, nos advirtió que no viéramos una película titulada "Gilda" que iban a poner en la televisión esa misma noche. La razón que dio para tan extraña advertencia es que dicha película tenía alguna escena erótica que, dada nuestra corta edad, no nos convenía ver. Y que hacía que la película no fuera tolerada para nuestra edad. Ni que decir tiene que en cuanto oímos esa advertencia, las ganas de ver la película en cuestión aumentaron considerablemente.
En esa época de censura, las películas eran en blanco y negro y la mayor parte de ellas, sobre todo las mejores, las programaban los miércoles por la noche, en un programa de cine presentado por un señor con una enorme calva y voz gangosa. Lamento no poder decir el nombre del progama ni del presentador, pues mi memoria no llega a tanto.
Esa noche cené antes para poder ponerme ante el televisor sin perder detalle. El programa empezaba con un breve comentario acerca de las características de la película por parte del presentador. Y luego, al empezar, ponían unos rombos negros en la parte superior derecha de la pantalla, como indicación, en caso de que la película no fuera tolerada para menores de dieciocho años. Yo estuve rezando durante el tiempo que duró la presentación de la película, para que el encargado de poner semejantes horrendos rombos, sufriera esa noche un ataque de algo,  que le impidiera ponerlos. Pero no hubo esa suerte. Así que no tuve más remedio que cuando mi madre me preguntó desde la cocina si la película era tolerada, mentir, y decir que sí.
Al finalizar la película, a la que, cuando apenas había empezado, se incorporó mi madre, yo no sabía exactamente a qué escena se refería la monja cuando habló de erotismo. Obviamente se refería al momento en que Rita Hayworth, la protagonista femenina, se quitaba su largo guante negro mientras cantaba ese tema que, aún hoy, no se me ha olvidado "Put de Blame on Me" ("Échame a mí la Culpa).
Está claro que a cada uno le llama la atención una cosa diferente, bien sea al leer un libro, contemplar un cuadro o un paisaje o,  como era el caso, al ver una película.
Al día siguiente, mientras que la mayoría de la gente hablaba del "desnudo" de Rita Hayworth, yo tuve que permanecer callada pues no lo había captado.  Sin embargo, hubo una escena que sí se me quedó grabada para siempre en la retina: La bofetada que el protagonista masculino, interpretado por el, hasta entonces, mi muy admirado Glenn Ford, le propina a Gilda. Y digo "hasta entonces", porque a partir de ahí, ese actor me gustó bastante menos, hasta el límite de dejar de ver las películas que protagonizaba, durante un tiempo.
Años después volví a ver  "Gilda" y, lógicamente, mi percepción fue más amplia. Además de la famosa escena del guante, me percaté de otra, esa en la que unos oficiales alemanes que estaban sentados en una de las mesas del local donde la protagonista actuaba, le decían al encargado del local, (Glenn Ford), que querían que la cantante se sentara a su mesa. El encargado intenta poner una disculpa diplomática, pero cuando uno de los alemanes insiste, él le contesta sin miramientos:
 -Ella es mía.
Lo que aumentó aún más mi perplejidad.

Hace unos días al poner el televisor, me topé con la noticia de un hombre que había matado a su ex-esposa y a la nueva pareja de ésta. Como consecuencia de ello, los dos hijos de corta edad de la pareja asesinada,  quedaban huérfanos.
Ya no sé cúantas son las víctimas de lo que se denomina "malos tratos". No sé cúantas mujeres y hombres, han caído ya. Porque no nos engañemos, también hay hombres que los sufren. Y no lo entiendo, de verdad. Estamos en el siglo XXl. La era de la comunicación. Tenemos mil y una maneras de expresar nuestra opinión, cuando tengamos que darla. ¿Por qué se sigue utilizando la fuerza bruta? ¿Por qué hay personas que se creen dueñas de los demás?
Si alguien nos elige para estar con nosotros, lo único que debemos sentir es agradecimiento. Y hacer de cada momento una razón para que esa persona se sienta feliz de habernos elegido. Y si la historia de amor, o de amistad, acaba, pues acaba y ya está. Cada uno por su lado. Y a empezar un nuevo camino con una nueva compañía o, sólos, que también tiene sus ventajas. Pero sin molestar a los demás. Que hay sitio suficiente en el país y en el planeta, para que quepamos todos sin necesidad de darnos codazos.
Que se enteren de una vez esa gente que intenta apoderarse de vidas ajenas. No sois, no somos, nadie, dueños de nadie ni de nada. Estamos aquí de paso. De préstamo. Así que mejor relajarse, disfrutar, vivir y dejar vivir.
¿Do you understand?

jueves, 8 de mayo de 2014

EN EQUILIBRIO

EL APACHE, 1906
Fotografía de Edward S. Curtis




Uno de los mejores libros que durante mi vida he recibido de manos de mis amigos, es el titulado "Los Indios de Norteamérica" de Edward S. Curtis. En él se recopilan palabras de ellos, algunas en forma de poemas, y unas fotografías preciosas en tonos ocres, lo que les da mayor intensidad. Desde que abrí ese libro por pimera vez, mi fotografía preferida fue, y sigue siendo, la que les he puesto encabezando esta entrada. Es una imagen que, en esos momentos en los que parecía que todo a mi alrededor se estuviera moviendo a la velocidad de un cetrifugado, me dio una paz inmensa.
En ella se ve  a un indio, apache, sobre las piedras que hay cerca de la orilla de un río. La figura humana está tan mimetizada con el  paisaje, que parece un elemento más de él. Si se fijan en sus pies, no se sabe dónde empiezan éstos y donde han acabado las piedras. Toda la figura es como un dios griego. Las piernas, muy bien formadas, sostienen un cuerpo atlético. Sobre los hombros y cubriendo parte de la espalda, descansa su melena. Coronando la cabeza, se ve una especie de gorro que parece hecho de alguna clase de piel.
En la mano derecha el hombre sostiene algo que, por su color claro, hace que tus ojos se posen sobre el objeto, a pesar de su pequeño tamaño.
Del rostro, por su postura de perfil, apenas se puede ver alguna de sus facciones. Casi adivinamos su frente y parte de sus cejas. La nariz sobresale algo más, mostrándonos su punta un tanto respingona. A la sombra de ésta, se intuyen los labios carnosos que forman la boca.
El hombre parece totalmente atraído por algo. No sabemos el qué.
A su derecha, bordeando el río, se ve la frondosidad de la vegetación del lugar, en forma de arbustos más cerca del agua y, de  árboles, más alejados de ella, que parecen querer verse reflejados en el río, intentando asomarse sobre los primeros.
Todo parece estar en equilibrio. Hay armonía entre el paisaje y quien lo habita. Aunque la fotografía no posee sonido, se puede adivinar de qué naturaleza será éste. Depende también de la imaginación que cada uno ponga en la contemplación de la imagen. Yo me imagino silencio, apenas perturbado por el correr de las aguas. Quizá en algún momento el canto de algún pájaro responda al lenguaje de éstas. ¿Será eso, un pájaro, lo que el hombre está contemplando con tanta atención?
Silencio. ¡Cúantas veces lo he extrañado! Ahora mismo, según escribo estas líneas, tengo que soportar el sonido de la radio que un vecino que vive al lado, parece quererme imponer a toda costa. Pero no lo va a conseguir.
Vuelvo a la fotografía. Vuelvo a la paz de ese lugar. Ya solo oigo el río. Miro hacia donde está mirando ese apache, y unas bellas palabras sobre el silencio, empiezan a brotar de no se sabe dónde.
El silencio es el equilibrio absoluto entre el cuerpo, el espíritu y el alma. El hombe que preserva la unidad de su ser se mantendrá siempre sereno e inquebrantable ante las adversidades de la existencia --ni una sola hoja moviéndose en el árbol, ni una sola ondulación en la superficie centelleante del lago--: ésta debe ser, según el sabio iletrado, la actiud ideal y la mejor conducta en la vida.
Si le preguntáis: <<¿Qué es el silencio?>>, os contestará: <<¡Es el Gran Misterio!>>; <<¡El silencio sagrado es Su Voz!>>
Si preguntáis: <<¿Cúales son los frutos del silencio?>>, os dirá: <<El dominio de uno mismo, el valor verdadero o la resistencia, la paciencia, la dignidad y el respeto. El silencio es la piedra angular del carácter.>>



(Palabras de Ohiyesa,escritor indio contemporáneo. Sacadas del libro: "Palabras de los Indios Norteamericanos". Seleccionadas y presentadas por Michel Piquemal")


sábado, 3 de mayo de 2014

REGALOS FATALES

"Bodegón de Libros" de
Vincent Van Gogh





A estas alturas ya no tengo que decir cúanto me gustan los libros. No sólo leerlos, sino también regalárlos, o prestarlos, para que puedan disfrutar de aquellos títulos que a mí me han gustado, otras personas. Alrededor del mundo de los libros se producen a veces una serie de historias o anécdotas que te gusta, de vez en cuando, recordar. Hoy voy a recodar una de esas historias aquí, para compartirla con ustedes.
Hace unos años asistiendo a un curso de inglés,  coincidí en clase con un chico que, al segundo o tercer día del curso, se ofreció amablemente a acercarme hasta el centro con su coche, ahorrándome el tener que estar esperando al autobús. A partir de entonces, me llevó todos los días, puesto que él  vivía cerca de donde vivía yo.
En el tramo de la Universidad hasta donde me dejaba, hablábamos de cine, de música y, cómo no, de libros. Descubrimos que había algún que otro título de películas que nos gustaban a los dos. En cuanto a la música, él componía de vez en cuando con su guitarra, y había llegado a formar un grupo con unos amigos. De sus lecturas, me comentó que le gustaba leer poesía, e  incluso había compuesto algún tema musical, para adaptarlo a aquellos poemas que le habían atraído especialmente.
Coincidió que en vísperas del examen final del curso, se celebró la Feria del Libro en mi ciudad. Me fui a dar una vuelta, por ver si encontraba algo que me interesara.
No sé si a ustedes les ha pasado alguna vez que, al ver un libro, inmediatamente han pensado que ese libro le gustaría a una persona en particular. Pues eso me pasó a mí. Al ver un libro de poesía de Leonard Cohen, me acordé del compañero de clase del que les estoy hablando, así que sin pensármelo dos veces, lo compré. Creí  además que, puesto que él había tenido el detalle de acercarme hasta el centro todos los días en su coche, yo debía agradecérselo de alguna manera, y qué mejor manera que con un detalle.
Al día siguiente, como siempre, me llevó en su coche. Al despedirnos, le dí el libro que había mandado envolver en un papel de regalo, y en cuya primera página le había escrito unas palabras en inglés, para agradecerle su detalle y los ratos de charla que habíamos tenido después de clase.
Que yo recuerde, no puse ninguna palabra que diera pie a entender otra cosa. El caso es que al día siguiente, ya antes de la clase, cuando le encontré esperando en la puerta, noté que no estaba como otros días. Al verme, se puso tenso, y estuvo ese rato como distante. Yo lo atribuí a los posibles nervios, que el cercano examen final podía estar causándole.
El último día de clase quedamos varios compañeros en un café, para despedirnos. Y su comportamiento conmigo volvió a ser un tanto extraño. Antes de que llegaran los demás, me comentó que él seguía queriendo a su chica. Aquello me dejó un tanto atónita, pues la frase en cuestión, no venía a cuento en el momento en el que estábamos. Habíamos quedado para despedirnos por terminar el curso.
Decidí no darle importancia. Hasta que, cuando ya pasado un tiempo, nos encontramos en la calle, noté que hacía como que no me veía, para evitar saludarme. A partir de ahí, fui yo la que empezó a ponerse nerviosa cada vez que le veía, pensando si en esa ocasión me saludaría o no, y si debía pararle para preguntarle qué le pasaba para comportarse así conmigo.
Fue una amiga, a la que le comenté el extraño caso que me estaba sucediendo con este chico, la que me hizo ver que quizás al darle el libro, él lo podía haber interpretado como un intento por mi parte de acercarme más a él.
Yo no sabía si ponerme a reir o a llorar. ¿Era posible que el comprar a alguien un libro pudiera causar tal malentendido?
El caso es que volví a verle alguna vez más, pero o él iba acompañado, o yo llevaba prisa. Y no tuve la oportunidad de detenerme a hablar con él, e intentar aclarar qué era lo que realmente estaba pasando.
Hace tiempo que no he vuelto a verle. Pero me hubiera gustado decirle que se relajara. Que no había ningún problema en que me saludara, pues ni había tenido la intención en el pasado, ni la tenía ahora, de lanzarme sobre él como si fuera Glenn Close con Michael Douglas en "Atracción Fatal". Que la cosa era tan simple como que, habiendo tenido el detalle de ofrecerse a acercarme con su coche al centro, y aprovechando que mostraba interés por la cultura en sus diferentes expresiones, pensé que regalarle un libro estaría bien. Sin más.
De todas la situaciones que nos pone delante la vida, se aprende. De ésta yo también he sacado una lección, a saber: Que cuando quiera hacerle un regalo a alguien del sexo opuesto, no debo comprarle algo tan íntimo como un libro. ¿Creen ustedes que sería más acertado complarle algo menos personal como, por ejemplo, un boxer, para hacerle ver que la única parte de él que me interesa es la intelectual?

jueves, 1 de mayo de 2014

SOBRE MONSTRUOS Y OTRAS AMENAZAS

"NINFA LLORANDO"
De Jean-Jacques Henner



Acabo de terminar de leer el libro titulado "Los Monstruos que nos Habitan" de Javier Martínez Gracia. Este es uno de esos libros que cuando lo has leído, te das cuenta de que tienes más dudas que al principio. Es un libro que te obliga a hacerte preguntas, a cuestionarte cosas que tenías por seguras.
El autor nos habla de cómo las diferentes corrientes de pensamiento que a lo largo de la historia se han defendido,  han ocasionado una serie de cambios en la sociedad, en su economía, en su política, en sus leyes. Y lo hace introduciendo pensamientos de poetas, filósofos, pintores.
En los tiempos que ahora nos toca vivir, lo que prevalece es un indivualismo que nos ha llevado a nuetra propia anulación. Parece que no tenemos control sobre nada. Estamos perdidos en el aislamiento en el que nos ha sumido nuestro egoísmo. En el capítulo "El Endeble Hombre Posmoderno", el autor dice (y copio textualmente):
En el orden psicoterapéutico, por ejemplo, la consigna que , sobre todo en los libros de autoayuda, viene a dar expresión a lo que se entiende como remedio universal es la que recomienda "sentirse a gusto con uno mismo", eludiendo el trato con todo aquello que la circunstancia haga asomar como conflictivo o preocupante.
En el último párrafo de ese mismo capítulo el autor nos explica con toda claridad:
El resultado antropológico final ha sido la aparición del hombre endeble, del hombre flojo, frágil, feble, pusilánime, blandengue, timorato, inseguro... indiferente. En suma, del hombre incapaz de adentrarse en las zonas de sombra de la vida que también son la vida, inepto a la hora de enfrentarse consecuentemente al mal, a la desgracia, solo diestro cuando de lo que se trata es de huir de ellos o desatenderles. Lo que ha descendido, por lo tanto es el nivel de alerta, de atención a los eventuales peligros que acechan en la vida y, consiguientemente, de todos los recursos que hemos visto que tales inquietudes ponían en marcha, la inteligencia incluida (no hay más que ver el grado de infantilización y de banalización a que han llegado la televisión, el cine, la lectura de libros y la cultura en general).
Incorporando las palabras del filósofo alemán Hegel (l770-1831), en un capítulo anterior, nos dice:
Los intereses particulares se apropian las fuerzas y facultades que antes estaban consagradas al conjunto.

A poco que reflexionemos nos podemos imaginar a dónde nos está llevando todo esto. Si encima ese individualismo se convierte en herramienta de trabajo de personas como, por ejemplo, los políticos, que se supone deberían pensar en el bien común, lo que tenemos es un caldo de cultivo para que otros ejerzan el poder en su lugar,  que es exactamente lo que ahora mismo están haciendo los grandes grupos financieros.
Si siguiera extrayendo todos los fragmentos del libro del señor Martínez Gracia que me parecen  interesantes, acabaría por copiar aquí el libro entero. Sólo voy a añadir uno más, por aquello de acabar con un tono de esperanza. En el Epílogo, el autor del libro que les comento, transcribe entre otras, las siguientes palabras de Le Bon (psicólogo social, sociólogo y físico francés-1841/1931):
"(Ese pueblo) no saldrá de la barbarie sino cuando, después de prolongados esfuerzos, (...) haya adquirido un ideal. Poco importa su naturaleza."

Si usted es de esas personas a las que les gusta plantearse cuestiones de todo tipo, lea este libro.