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jueves, 6 de febrero de 2014

LO QUE NOS SALVA




Me gusta en cada entrada variar de tema, por evitar, más que nada, que los que se acerquen a mi blog, se aburran. En la entrada anterior les sugerí el título de una novela y ahora vuelvo a hacerlo. La culpa la tiene el autor de "Resistencia", Owen Sheers, que tiene una manera de escribir, que te envuelve.
La historia comienza cuando una mujer de una pequeña aldea galesa, se levanta como cada día, y descubre que su marido no está en casa. La cosa no tendría mayor importancia sino fuera porque están en plena segunda guerra mundial. Cuando se da cuenta de que el resto de los hombres de la aldea también ha desaparecido, la cosa se pone peor. Estas desapariciones coinciden con la llegada de una patrulla alemana.
Tenemos en el mismo escenario un grupo de mujeres sólas y un grupo de alemanes que han ocupado el lugar donde las mujeres viven.
Estarán pensando que es una novela más, de las muchas que hay, en las que se nos cuenta un episodio de la ocupación alemana. Lo que para mí hace especial esta novela son dos cosas: La sensibilidad de los personajes, capaces de captar la belleza incluso en una situación límite como es estar en un período de guerra, y el lenguaje con que nos describe el autor todo eso.
El señor Sheers va dibujando cada uno de los personajes femeninos, con toda la riqueza que tienen. A la par nos muestra las diferentes reacciones que tiene cada una de las mujeres ante la situación que les ha sorprendido.
Por otro lado, y mediante la voz del oficial responsable de la patrulla alemana, iremos conociendo a los hombres que la forman.
En esta novela se ve claramente que la gente está muy por encima de las circunstancias. Y eso es lo que ha evitado que la raza humana se destruya totalmente.  En ella hay espacio para el arte. En todas sus expresiones. Y es esa capacidad de captar y valorar ese arte, incluso en una situación que incita más bien a destruir que a crear, lo que convierte a estos personajes destinados a ser enemigos, en iguales. Lógicamente no se baja la guardia totalmente, pero hay momentos en que la belleza que son capaces de valorar, les redime.
Parece tradición entre los que ejercen el poder a la fuerza, intentar, para menoscabar las fuerzas de aquellos a los que intentan someter, alejarlos de todo lo que pueda producirles placer, deleite, de todo lo que les pueda aportar conocimiento.
Dictan normas para prohibirles el acceso a los libros, a la música, a la pintura, al teatro. Se les prohíbe disfrutar porque es en esa actividad, el disfrute, donde el ser humano más se desarrolla como tal.
En tiempos de guerra se quita, por las armas,  el derecho a la belleza en todas sus expresiones. Menos mal que siempre hay alguien que se olvida del rol que le han asignado. Lo que hace que esto ocurra no es otra cosa que su propia atracción hacia esas expresiones de belleza, y el  ver que aquellos que debería considerar sus enemigos, sienten esa misma atracción, ese mismo deleite. Es entonces cuando ambos contrarios, se reconocen como iguales.
En tiempos de paz los dictadores siguen haciendo de las suyas. Lo único que cambian son sus métodos, que se vuelven mas sibilinos. En lugar de dictar normas que prohíban la cultura para un determinado grupo social, suben las tasas académicas y con ello se les pone difícil, por no decir imposible, acceder al conocimiento. Y lo mismo se hace con el precio de las entradas de cine, de treatro, de conciertos y óperas. Que suben, mientras el poder adquisitivo de ese mismo grupo social se baja en forma de salarios que rayan la pobreza extrema. Y ya tenemos a un montón de gente teniendo que pasar las veinticuatro horas del día trabajando por unas migajas, y de disfrute y deleite, ni hablar, que eso no está hecho para ellos.
En uno de los capítulos se menciona la Suite para Violonchelo Número Cuatro de Bach. La descripción del momento en que dos de los personajes están escuchando esta música en un gramófono, (ella galesa, él alemán), es una  verdadera preciosidad. Como son varias páginas,  les pongo aquí un trocito, como aperitivo:
"Cuando Sarah volvió la cabeza lo vio junto al gramófono, con las manos prestas a ambos lados del disco que giraba, como si se dispusiera a abalanzarse y atrapar la mortecina nota final antes de que cayera en el silencio. No lo hizo, y en lugar de ello esperó hasta que se extinguiese la última resonancia antes de levantar con un dedo la aguja del vinilo, del modo que alzaría la barbilla de una niña llorosa."
Busquen el libro en una biblioteca o librería, leánlo, y disfruten.

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