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jueves, 5 de diciembre de 2013

ALMAS GEMELAS



DESENCUENTRO EN LA 1ª FASE
De Concepción Saldaña Alonso


Estaba sentada, como siempre, en la fila 7, en la parte en la que sólo había dos butacas. Era como un ritual para ella. Buscaba soledad en medio de la enorme sala de cine. Se sentó en el asiento de la orilla, en el otro había dejado su bolso y chaqueta, y mientras esperaba a que empezara la peli, una muy buena de Spielberg: "Encuentros en la 3ª Fase", iba a leer el libro que había elegido: "84, Charing Cross Road" de una tal Helene Hanff. Era una pequeña novela que hablaba de libros, de lecturas apasionadas y de gente también apasionada por ambas cosas. Le gustaba leer libros sobre libros. Casi había hecho ya una pequeña colección. En este, como era su costumbre, ya había sellado en la primera página su Ex Libris: "Si me encuentras perdido, devuélveme a mi dueña", e indicaba su nombre.
Se acomodó en la butaca, se ahuecó el pelo rizado y corto, colocó bien la falda vaquera, se arremangó un poco las mangas de la camisa blanca, y ausentándose de la música ambiental que se oía por los altavoces, así como de la gente que iba entrando a cuenta-gotas en la sala, posó los castaños ojos sobre las líneas impresas. Empezó a leer.


Venía un tanto alterado, su jefe le había obligado a quedarse más tiempo en la oficina y eso había trastocado un tanto sus planes, le había hecho llegar más tarde a la sala de cine. A él le gustaba entrar un buen rato antes de que empezara la pelí, así podía aprovechar para leer.
Buscó desde la puerta con la mirada de ojos negros un lugar tranquilo donde sentarse. Había pocas personas aún en la sala. Rechazó sentarse al lado de una pareja que llevaban unos enormes cuencos de palomitas. No soportaba oir mascar a la gente durante la proyección. Al girar la cabeza a la izquierda vio a una chica sola, sentada en la hilera de dos butacas. Instintivamente miró al otro extremo de la sala, donde había otra hilera de butacas que estaban colocadas de dos en dos. Hacia allí se dirigió. Se quitó la cazadora marrón de pana, y tras estirarse el jersey del mismo color, de igual tono oscuro que su pantalón, sacó de su mochila la novela que un amigo le había regalado. Se apartó el flequillo negro y liso, y comenzó a leer el título: "84, Charing Cross Road". En realidad se la habían regalado a su amigo, pero la había ojeado y como le parecía un poco aburrida, se la dio a él. Ventajas de tener fama de devora-libros.

Apenas había leído tres o cuatro páginas, cuando la luz de las lámparas empezó a bajar de intensidad. Colocó con cuidado el libro sobre su chaqueta, y se dispuso a ver la película. Estaba segura de que siendo de Spielberg le iba a gustar. Él nunca le había decepcionado.

Un poco enfadado por no haber podido leer más que una página del libro, lo dejó sobre su cazadora, y se arrebujó en el asiento. Siempre estaba dispuesto a disfrutar al máximo de una buena película de Spielberg.

Como había pensado, se le había hecho cortísima la historia que acababa de ver en la pantalla. Richard Dreyfuss no era uno de sus actores favoritos, pero había estado convincente en su papel de hombre captado por los extraterrestres.
Qué pena que ella no hubiera tenido un encuentro emocionante con algún ser de otro planeta. Bueno, la verdad es que ni siquiera lo había tenido con alguien del planeta tierra. Apartó esos pensamientos de su mente, temerosa de acabar en un estado de melancolía, que no quería tener. Se puso la chaqueta, cogió el bolso y el libro, y se dirigió hacia la puerta.

¿Sería verdad que criaturas de otro planeta pudieran estar intentando conectar con nosotros? Ojalá él tuviera la oportunidad de encontrarse con algún ser especial.
Se colgó la mochila al hombro, cogió la cazadora y la novela, y corrió hacia la salida. Como iba con la cabeza baja, ensimismado en sus pensamientos, no se dio cuenta de la chica que se acercaba por su derecha y sin querer, le dio un empujón. Eso hizo que el libro que al parecer ella llevaba en la mano, se cayera al suelo, lo cogió y tras un leve lío de manos, se lo dio sin mirar. La chica susurró un rápido "gracias", y siguió su camino.
Él salió pitando para intentar coger el bus de las veintidós cuarenta, que paraba justo en la acera de enfrente. Ya dentro del autobús se puso la cazadora, y guardó en la mochila el ejemplar de "84, Charing Cross Road", el cual desde su primera página gritaba, con letras selladas, que se lo devolvieran a su verdadera dueña.





Nota de la Autora: Relato registrado en la Oficina Provincial del Registro General de la Propiedad Intelectual de Burgos.

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