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jueves, 26 de septiembre de 2013

SERES ANODINOS


Son capaces de moverse en espacios reducidos transportando carritos cargados a tope.  Pasan a tu lado, sin tropezarte, sólo te das cuenta de que están ahí, cuando desesperado no encuentras un libro y, de repente, aparece una mano que te lo extrae de la estantería, y una voz, la suya, que te dice: a veces pasa que están descolocados y no se ven a la primera. Entonces le ves, pero como llevas prisa, siempre llevas prisa, no tienes tiempo de darle las gracias. Simplemente sonríes, cuando lo haces, coges el preciado tesoro que tanto te ha costado encontrar, y te vas.
En otras ocasiones, como te ves holgado de tiempo y en la calle hace frío, le das un poco de conversación, pensando en matar esas migajas que te sobran. Y entonces le miras a la cara y le preguntas: ¿has leído este libro?  Y ves cómo se le iluminan los ojos, esboza una sonrisa, y empieza a hablarte del título que has escogido, del autor, y hasta de la editorial que se ha encargado en distribuir la obra de ese escritor. Entonces piensas: ¡caray, en la hora en que le he dicho nada!  cómo se está enrollando, ¿no se dará cuenta que tengo cosas más importantes que hacer? Y como sigues teniendo prisa, después de darle las gracias de mala manera, le dejas casi con la palabra en la boca.
Lo peor son esos días en que tienes prisa de verdad, vas directo al mostrador  para que haga el trámite del préstamo, y te encuentras con una cola de por lo menos diez personas. Resulta que sólo está atendiendo uno de ellos, y la primera de la cola es una vieja que no se entera de cómo va esto de sacar un libro de la biblioteca. !Pues si que estamos buenos! Sólo falta que le dé por ser amable. Entonces sí que no acabamos. Y resulta que sí le da por ser amable, simplemente porque esa ha sido siempre su manera de comportarse, aunque tú no te hayas percatado.
Luego están los que les da por trabajar más allá de lo que les obliga su horario, y se dedican a hacer cosas como tertulias literarias, que ya son ganas de trabajar a lo tonto, con lo bien que se está sin hacer nada. Convocan a un grupo de gente, les hablan de la posibilidad de reunirse cada quincena para hablar de un libro que previamente se ha leido, y ya está. En la creencia de que puede ser una ocasión de conocer gente, te apuntas, y ahí es donde te das cuenta de que esta gente se toma demasiado en serio su trabajo. No hacen más que buscarte un montón de información sobre el libro elegido, y no sólo sobre él. Además te dan información sobre el momento social e histórico en el que se desarrolla la historia novelada, de su influencia en el desarrollo de la misma y en el autor, claro. Pero si tú te habías apuntado pensando que era una especie de club social  y no hace más que hablarte de libros, de escritores, de conferencias. !Qué pestiño!  En cuanto alguien sugiera que esta persona no sirve para llevar la tertulia, tu te apuntas a la cruzada de expulsarla. Que venimos a divertirnos, no a que nos llenen la cabeza de tonterías que no sirven para nada.
Menos mal que esto se va a acabar pronto porque alguien te ha dicho que esas personas, ya sabes, los bibliotecarios, van a ir siendo sustituidos por unas máquinas mucho más eficientes y sobre todo, mucho más silenciosas que ellos. Estás deseando de que llegue el día para no tener que aguantar la presencia de esos seres anodinos.
Y llega el día, y tú tan eufórico te diriges a la máquina. Lees las instrucciones que crees haber entendido a la primera. Pero resulta que no, porque algo falla. Lo malo es que con la máquina no puedes hablar, no puedes preguntarle qué has hecho mal. Ella va a su bola y cuando se te queda cara de tonto, te remata sacándote la lengua en forma de ticket. ¡Hala, ya te puedes ir a casita tan contento!  Entonces aparece, no se sabe de dónde, uno de los últimos bibliotecarios que debe de quedar en la biblioteca, y te dice con esa sonrisa que te desarma: ¿necesitas ayuda? Y entonces ves que a pesar de que fuera hace frío, en la biblioteca ha vuelto a salir el sol.


Dedicado a todos los bibliotecarios que con su profesionalidad y calidez, consiguen encontrar el libro que deseamos.
Y en particular se lo dedico a Jezabel, Conchi y Mª Luisa, algunas de las hadas que habitan en la biblioteca pública de mi ciudad, Burgos (España). Gracias por llenarme la vida de magia con cada uno de los libros que me habéis dado.

2 comentarios:

  1. Me gustan estos artículos tuyos sobre los libreros, los bibliotecarios y todas esas personas que están cerca para hacer que los libros sean accesibles y fáciles de obtener y leer.
    La magia de la lectura tiene muchas aristas que se iluminan gracias a muchas personas que nos las encienden para que la disfrutemos.
    Un saludo Dorcas.

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    1. Hola Jaloque:
      Gracias por leer mis artículos. Me hace mucha ilusión pensar que a alguien pueda interesarle. Te mando un cariñoso abrazo.

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